En la visita al médico seguro que lo primero que examina son tus signos vitales: presión, pulso… Y yo le pregunto, a parejas que pasan por crisis, dudas, desencantos… ¿le tomas el pulso a tu relación?
Estamos preguntando sobre la capacidad de la pareja para evaluarse, autocriticarse, para detenerse en algunos momentos a considerar “qué estoy consiguiendo y qué me está faltando en este matrimonio”. Me llama la atención ver que esta toma del pulso se realiza de forma muy normal en las situaciones de negocios. En los talleres de tipo gerencial o sicológico se sabe que la última pregunta será sobre cómo resultó el taller: la hojita de la evaluación del día. Y que el buen comerciante está mirando continuamente qué se vende, qué está de moda, cómo actúa la competencia…
Sin embargo no suele ser así con el matrimonio. Las parejas se casan y comienzan a funcionar dando por supuesto que ya todo está realizado. Olvidan aquello del título de un folleto: “El matrimonio es tarea por hace”. La pareja que crece debe detenerse alguna vez en el año para examinar lo que consigue y lo que todavía no ha conseguido; debe priorizar tareas y objetivos. Pero lo dan todo por descontado. “Se supone que me ama”, piensan. Olvidan que, lo que no se afirma de forma consciente, no existe. Es como el dueño de un volky, que pensaba que como el carro no necesita agua, tampoco aceite, y terminó desvielado.
¿Y cómo realizar esta evaluación? Puede ser en encuentros de crecimiento, o con un consejero. Hay parejas que buscan un tercero, algún experimentado y sensato consejero. Incluyen los siguientes puntos: ¿cuáles son nuestros sentimientos sobre el otro en este momento, y sobre los cercanos a nosotros? ¿Cómo acomodarnos a los diferentes impulsos sexuales de ambos? ¿Cuánto tiempo especial debemos emplear con nuestros nietos? Con el part-time de ella y mi tiempo completo de trabajo fuera ¿cómo dividimos tareas y compartimos las vocaciones de cada uno? Yo suelo predicarle a las parejas que nosotros, los sacerdotes, por reglamento tenemos que sacar seis u ocho días al año para entrar en Ejercicios Espirituales. No venimos a conocer nada nuevo, sino a recargar baterías, a ilusionarnos otra vez con la misión, a corregir derroteros falsos por donde hemos entrado. ¿Y por qué ustedes, pregunto, que tienen una misión igual o más difícil que la mía, no sacan tiempo para tomarse el pulso matrimonial?
Las diversas experiencias de fin de semana para matrimonios podrían ayudarnos. En nuestro taller de Renovación Conyugal cuántas parejas he conocido que en ese ambiente pudieron comprender mejor lo que les faltaba, recompusieron errores graves que los llevaban al precipicio, ampliaron la visión de lo que Dios esperaba de ellos. Como aquella pareja que, presintiendo que algo les faltaba, decidieron programar varios viajes. En nuestro fin de semana, decía ella, se dio cuenta de que la cosa era más barata. Se trataba sólo de ponerse cara a cara para hablar a nivel de sentimientos de lo que estaban viviendo. Por eso repito este consejo: evalúa, tómale el pulso a tu matrimonio. Serás más feliz.